Opinión cine | Stranger Things | Dungeons & Dragons

Dungeons and Dragons: Honor entre los ladrones: Dame una buena historia y nada más

La película de Dungeons and Dragons encontró una forma de estructurar su historia como una aventura jugada en mesa y con figuritas.

En los últimos años, con la presencia de series como The Big Bang Theory o Stranger Things, Dungeons and Dragons se ha insertado cada vez (y para bien) en la cultura popular ya no como un juego tetísimo, sino como algo ñoño pero cool. Ahora Critical Role es de los canales de Twitch más importantes; La leyenda de Vox Machina es una de las series más prometedoras de Amazon Prime y en la gran pantalla Dungeons and Dragons: Honor entre ladrones se convirtió en la mejor película familiar que he visto en mucho tiempo.

Qué buen tiempo para ser ñoño.

La película es la caótica y trastocada historia de un grupo de problemáticas personas con potencial para la grandeza, y cómo terminan convirtiéndose no en los héroes que quisiéramos, pero los que nos tocaron para evitar que una bruja malévola destruya el mundo; mientras un ladrón torpe pero elocuente intenta recuperar el amor de su hija. Y ya, poco más, pero lo rico está en la forma en que se narra, porque se siente como un juego.

El juego hecho película

La principal razón por la que esta película, creo, tiene el potencial para ser un clásico familiar, es precisamente porque adaptó de manera magistral algunas de las mejores virtudes de Calabozos y Dragones. Para empezar, que los personajes son súper cercanos, porque cometen los mismos errores que nosotros… ¡porque así es cuando juegas! Las decisiones que toman, los problemas en los que se meten y las salidas que toman, son tan extrañas y torpes como lo haríamos nosotros.

Y en segundo lugar, que la estructura narrativa se siente como una campaña de D&D. A diferencia de, por ejemplo, El último cazador de brujas, que se inspiró en una de las campañas de Vin Diesel, pero que lo hizo con una narrativa más tradicional, Dungeons and Dragons: Honor entre ladrones encontró una forma de estructurar su historia como una aventura jugada en mesa y con figuritas: una misión principal, dividida en muchas misionsitas que suelen terminar deshaciéndolo todo; con tiempo y momentos para que cada personaje encuentre un arco conmovedor y completo, etc.

Y lo mejor: logró hacerlo de forma en que también las personas que no sean unas viciosas del juego (como su servidor) puedan disfrutarla e identificarse.

Una historia sin pretensiones

Hay historias que, muchas veces, además de cumplir un rol de entretenimiento, cumplen un rolo político importantísimo: el de acercar a las audiencias a las ideas y tendencias necesarias para el periodo en que vivimos. Al final del día, las narrativas educan y hay que reconocerlo. Eso es algo que siempre trato de buscar y apreciar en las historias que consumo.

Sin embargo, hay otras veces en las que lo único que queremos como audiencia es ver una buena historia, reírnos y olvidarnos por un momento que el mundo está para el perro. Eso es lo que ofrece Dungeons and Dragons: Honor entre ladrones. No pretende ser nada más que una fantasía para divertirse, y lo logra, y se agradece.

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