Me vengo enterando, vía Linkedin, de que con este texto cumplo un año de escribir para Telokwento, y lo aprovecho para agradecer a todo el equipo por la oportunidad. Me hubiera gustado celebrarlo con una cinta más amigable, por decir lo menos.
Anyway: La dama del silencio, por sí sola, no necesita mucha introducción, sobre todo para quienes vivimos en México. Dios, en 2006 yo tenía nueve años y aún sin entender del todo, sabía que hablar de “La Mataviejitas” no era poca cosa. Ya en mis veintes y gracias a Leyendas Legendarias, terminé de entender el grueso del por qué.
Ahora, por lo que prefiero llamar responsabilidad periodística, para no decir morbo, decidí ver el nuevo documental de Netflix que, además de contar la historia, logró dibujar un retrato de México con el que no esperaba confrontarme un sábado por la mañana.
México mágico
Una campeona de lucha libre, en la Ciudad de México, que resultó ser una asesina serial, condenada por asesinar al menos 16 adultas mayores, y que en prisión tuvo de vecina para jugar canasta y echar la sobremesa a la mismísima Elba Esther Gordillo… es un tipo de surrealismo que sólo podríamos encontrar en nuestro país. Y esa es la punta del iceberg de la historia.
La verdadera carnita de la leyenda, lo robusto del chisme, está en todo lo demás: la negligencia (o incompetencia, que en nuestro país suelen ser una y la otra) de las autoridades, que no pudieron dar al clavo porque no pudieron concebir que la asesina fuera una mujer; la injusticia regular que mantiene en prisión, hasta el día de hoy, a una enfermera acusada erróneamente por los crímenes. Y que al final todo eso poco importe, porque encontramos la forma de tratar en La dama del silencio una celebridad, para hacerle canciones, sketches y leyenda.
María José Cuevas pudo retratar a México en una hora con 51 minutos. Y duele.
Las otras voces
Lo que más conflicto me genera del género de True Crime es la delgada línea que tiene entre el entretenimiento y el revivir el trauma de tantas víctimas (como pasó con la serie de Jeffrey Dahmer). Juana Barraza, la Mataviejitas, sigue siendo una herida abierta en muchas familias de México, y sé de primera mano que hubo y hay familiares de las víctimas que están pasando un muy mal rato reviviendo ese episodio, gracias al documental. No puedo dejar de agregar este tema en mi comentario, por lo mismo. Estas historias no pueden contarse sin tocarse el corazón frente a quienes lo sufrieron.
Por lo que he escuchado en las entrevistas con María José Cuevas, me parece que el documental sí tomó esas sensibilidades en cuenta. No hay manera perfecta de narrar estas historias.
Sin embargo, sí que hubo voces que agradecí muchísimo de esta forma de contar la historia, son las voces que agregó además de estas, las demás aristas que tocó. Escuchar, por ejemplo, a quienes debían proveer justicia pavonearse de sus éxitos, pero acojonarse al confrontarlos con sus errores, no tuvo precio.
Y sobre todo, me pareció relevante la oportunidad de escuchar a otros grupos afectados durante la investigación: La comunidad LGBT+ y las sexoservidoras que fueron víctimas de los prejuicios y violencia de las autoridades, al perseguir travestis, asumiendo que la asesina era más bien un hombre vistiéndose de mujer para matar ancianas.
En fin: Termino abrazando fuerte a quienes están reviviendo viejas heridas por esta historia, porque sé que no es fácil, y esperando que para el resto de nosotros pueda ser una oportunidad para reflexionar la forma en la que, aún hoy en día, se viven el espectáculo y la justicia en nuestro país.