Opinión Dior | México | moda

Correr por una vida no es moda: una polémica de dos perspectivas

La moda trasciende más allá de un desfile de Dior o los headlines periodísticos. Es más bien un tema de escucha, visibilidad e interseccionalidad.

“La moda es política”¿Pero también cuando lucra con los feminicidios?

Este es un tema que va más allá de un desfile encabezado por Dior, o el head de una nota periodística que defiende el uso de slogans que desacreditan la lucha feminista, sentir y pesar que caracteriza la cotidianidad en nuestro país. Es un tema de escucha, visibilidad e interseccionalidad.

Al ver los videos y tweets al respecto sobre cómo culminó el desfile de Christian Dior Cruise 2024 con la famosa Canción Sin Miedo de Vivir Quintana aunado a la pasarela de vestidos con frases polémicas como Run For Your Life (Corre por tu vida, en español) o Unos cuantos piquetitos, se generó una gran polémica en los medios, donde dos perspectivas predominan: que fue una espléndida obra de arte o un total fracaso lleno de indignación e ignorancia.

En principio, mi reacción fue enojo y sorpresa. No podía creer el uso de elementos que han marcado tanto una lucha y la situación de un país tan afectado y remarcado por el clasismo, discriminación, racismo y violencia de género. Canción sin miedo en específico se ha vuelto en un símbolo que resuena en el sentimiento y dolor de mujeres que han sufrido, que han callado, que han sido víctimas, y que han padecido la pérdida de una amiga, hermana, o madre. Ese sufrimiento terminó reflejado en un evento de moda que se apropió de un movimiento social.

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Y sí, el arte también ha desempeñado un papel importante como aliado en las movilizaciones, ha sido una gran herramienta para transmitir, incomodar y reflexionar. Y un gran puente para llegar a la mente de miles de personas y romper con estigmas. La forma en que nos vestimos y expresamos también es una forma de activismo. La moda ha sido utilizada para mostrar solidaridad con causas específicas y manifestar oposición a ciertas políticas o prácticas. El problema reside en utilizar esta forma de activismo para vender. Diseñadores y marcas de alta gama utilizan esto a su favor, y es que hay una muy delgada línea entre lo sororo y la capitalización a favor de la imagen de una casa de moda.

Surgen muchas aristas, muchas dudas. Porque para juzgar un evento como este se debe de ver lo bueno y lo malo, y sobre todo con un lente interseccional. María Grazia y Elina Chauvet hicieron un gran trabajo en la multidisciplinariedad de la obra, y en la diversidad de participantes, artes y creadores detrás de ella, no es de menos mencionar que muchos expertos de moda aplaudieron el hecho.

El desfile triunfó en cuanto a inclusión y colaboración se refiere, y en una cotidianidad en donde permea la apropiación cultural y la falta de reconocimiento sobre todo a comunidades indígenas, es de aplaudir el esfuerzo en conjunto con Alejandra Fausto, aunque lo ideal fuera que no se tuviera que aludir, si no que las propias marcas mexicanas tuvieran ese gran valoramiento y visibilización sin necesidad de una gama altamente reconocida. Hay que aceptarlo, si bien hoy en día se está hablando sobre este suceso es por el poder e influencia que se tiene sobre los medios, por que la marca vende y es lo que para ellos importa.

Pero es que no solo se trata de querer crear conciencia, de ser feminista y respetar o reconocer el trabajo de algunas comunidades indígenas, sino de actuar y hacerlo de manera congruente. Se trata de que no solo al ver este tipo de desfiles se genere un sentimiento de incomodidad o de solo quedarse en la crítica, sino también de repensar la realidad de nuestro país, y el cómo es representada por un externo y por qué captamos nuestra atención sólo cuando Dior u otro lo difunde. Hay que voltear a ver a lo interno y pensar de igual manera en el reparto de salario y gastos justo a las personas que contribuyeron, al reconocimiento de la cultura y trabajo mexicano, y quién tiene acceso a ese tipo de prendas de alta gama. De otro modo la intención está envuelta sólo en la ignorancia y en la poca empatía de lo que vivimos las mujeres en México y se vuelve así entonces en la apropiación de una lucha.

Las mujeres son violentadas y discriminadas en su día a día, miles de artesanos y creadores de comunidades indígenas son menospreciados o regateados de su trabajo y dedicación. Y el pagarles por un proyecto o invitarles a una pasarela no basta. El arte es disruptivo, se triunfó con este desfile el incomodar y el hablar del tema, y sí, el visibilizar algo con moda es algo importantísimo y que contextualmente siempre ha pasado, pero se debe tener cuidado el cómo se maneja, cuidando que la violencia no es un show y el feminicidio no debe ser marketing.

Creo que hay muchas cosas erróneas o pasadas desapercibidas en este evento, sobre todo un enojo en particular en cuanto a los últimos bordados, ya que el “correr por nuestra vida” o la frase de un feminicida no debe ser moda, no debe ser algo que se venda ni algo por lo cual aplaudirle a una marca como Dior que es totalmente externa y ajena a la situación del país. Sin embargo, se logró que una vez más se hable sobre el tema de violencia de género en México, hay que aprovecharlo.

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