El desfile de Christian Dior Crucero 2024 el pasado 20 de mayo causó polémica. El debate se divide entre las posturas que aplauden la denuncia de la violencia feminicida y entre las voces que critican la presentación como un acto de capitalización del movimiento feminista. Esta situación lleva a preguntarse ¿cuál es la línea entre el arte activista y la estetización de la violencia?
María Grazia Churi, directora creativa de Dior, eligió los pasillos del Antiguo Colegio de San Ildefonso como sede para la presentación de la nueva colección de la marca de lujo. La pasarela concluyó con la presentación de 20 vestidos blancos bordados con frases como “Corre por tu vida”, “unos cuántos piquetitos”, “feminazi”, entre otras, haciendo alusión a la violencia de género.
Los vestidos blancos forman parte de “Confianza”, proyecto iniciado en 2013 por la diseñadora chihuahuense Elina Chauvet, en memoria de la artista italiana Pippa Bacca, víctima de violación y feminicidio en Turquía. Además, el look se complementó con tacones rojos, los cuáles se eligieron a partir de la obra “Zapatos Rojos”. Esta creación se presentó por primera vez en 2009 como forma de visibilizar la ola de desapariciones y feminicidios que se dieron en esa época principalmente en Ciudad Juárez. La obra ha sido reconocida internacionalmente y se ha presentado en más de 27 países. Chauvet ha utilizado su arte como símbolo de declaración de la lucha contra la violencia de género tras el feminicidio de su hermana.
Otro símbolo significativo fue la presentación de Vivir Quintana, quién entonó Canción sin miedo, himno reconocido de la lucha contra la violencia de género. Lo anterior, lejos de quedarse como una protesta social, fue criticado de instrumentalización del movimiento feminista.
Muchas marcas han utilizado estrategias similares...
Para posicionarse en favor de la lucha feminista (acción también conocida como Purple Washing) aprovechándose económicamente de la situación de un colectivo, y banalizando las acciones que los colectivos feministas llevan día con día para denunciar y erradicar la violencia de género. Aunque se comunicó que estos vestidos no estarían a la venta, se acusa a la marca francesa de lucrar con una situación sumamente dolorosa para la sociedad mexicana.
Por otro lado, también se señala el posible plagio y extractivismo que se perpetúa en contra de las comunidades indígenas por parte de las grandes marcas de lujo. En 2018 la firma Christian Dior ya había sido acusada de utilizar los diseños de macramé de la comunidad de San Juan Chamula, Chiapas.
En esta ocasión Alejandra Frausto, la Secretaria de Cultura del Gobierno, informó que se había buscado la comunidad artesanal para utilizar sus diseños y no incurrir en apropiación cultural o plagio. Sin embargo, en la cobertura que se le ha dado al evento no se mencionan a las personas artesanas que elaboraron los diseños inspirados en Frida Kahlo. Lo anterior replica una estructura vertical y desigual. Es importante señalar que la ley mexicana aún no contempla mecanismos suficientes para proteger las creaciones colectivas de las comunidades indígenas, dificultando la protección de sus diseños.
No es sencillo determinar
Si la acción de Dior debe ser tildada como arte activista o estetización de la violencia. Pues si bien el contexto de las diseñadoras puede implicar un compromiso con la causa feminista, los efectos que se produzcan a partir de esta colección podrían ser contrarios al movimiento. No se debe dejar de considerar que se trata de una posición de privilegio que puede prestarse a lucrar con un falso feminismo que, lejos de apoyar a la erradicación de la violencia, perpetúe un sistema machista y violento.