Para poder comprender la compleja dinámica que permanece al día de hoy entre las mujeres y la comida, es necesario reconocer el cómo esta ha sido moldeada por diferentes aspectos políticos, sociales, económicos y culturales a lo largo de la historia. Desde la imágen tradicional de la madre que nutre el hogar, hasta la representación de las mujeres en los medios, la conexión entre la feminidad y la comida se caracteriza por su carácter contradictorio: alimentar sin alimentarse. Asimismo, esta idea ha tenido un impacto importante en la determinación de los roles de género, y por consiguiente, en la relación de las mujeres con la alimentación tanto a nivel individual como colectivo.
Históricamente, las mujeres han sido socializadas a adoptar y desarrollar roles de cuidado y nutrición dentro del ámbito familiar, por lo que el objetivo principal de la preparación de alimentos se convierte en alimentar al otro antes que a sí mismas. Este fenómeno ha sido recientemente visibilizado a través del trend de TikTok “Girl dinner”, la cual consiste en mostrar las cenas improvisadas e incompletas que las usuarias consumen en su día a día debido a falta de tiempo o apatía por comer. Si bien este trend es una nueva visualización de la mala relación que existe entre las mujeres y el alimentarse, este fenómeno puede verse en las cocinas de muchos hogares, en donde la madre es usualmente la última en comer por cumplir con la impuesta responsabilidad de nutrir a los demás antes que a ella misma.
Por otro lado, si bien la labor doméstica de cocinar y compartir alimentos ha tenido un papel importante en la creación de comunidades, también ha contribuido en el reforzamiento de los roles de género, los cuales afectan la distribución de poder dentro del hogar. Un claro ejemplo de esto puede verse en un reporte presentado por Oxfam en 2020, el cual expone que las mujeres realizan al día dos horas de trabajo doméstico no remunerado más que los hombres. Por lo tanto, mientras siga existiendo esta clara desventaja económica y social, el fenómeno Girl dinner seguirá afectando la calidad de vida de las mujeres.
Con el fin de identificar las relaciones de poder que existen dentro de la interacción de las mujeres con la comida, resulta necesario reconocer el carácter político detrás de actividades sumamente personales como lo son el comer y cocinar. Siguiendo esta idea, es indispensable cuestionar la manera en que hemos normalizado la relación tan ajena que se ha desarrollado entre las mujeres y el comer. Dicha dinámica ha sido internalizada a tal grado que ha ayudado a determinar el rol de las mujeres dentro de un sistema hetero patriarcal como proveedoras de sustento alimenticio, pero también como objetos de consumo. Esto ha tenido un impacto negativo en la vida de las mujeres no sólo a nivel socioeconómico, sino también a nivel emocional.
En un mundo que exige a las mujeres cumplir con estándares de belleza irreales, su relación con la comida se ha visto afectada en diferente aspectos con el fin de intentar alcanzar dicha imágen hegemónica, la cual a su vez se mantiene en constante cambio. Ante esta situación, parte de la experiencia femenina de muchas mujeres alrededor del mundo se ha caracterizado por volverse conscientes y críticas de su propio cuerpo con el fin de cumplir con dichas expectativas. Tomando esto en cuenta, no parece difícil entender el por qué el mayor porcentaje de los casos de trastornos de la conducta alimentaria son detectados en mujeres.
Si bien la dinámica de las mujeres con la comida ha sido históricamente compleja, esta ha encontrado un punto de reconciliación a través del arte. Con la intención de criticar el papel de la mujer en la cocina, artistas feministas como Martha Rosler han creado obras como “Semiotics of the Kitchen” (1975), en la cual realiza una sátira al rol de género impuesto sobre el cocinar. Por otro lado, “The Dinner Party” realizada por Judy Chicago en 1979, genera un paralelismo interesante con el fenómeno Girl dinner. Mientras la primera enaltece a la mujer como sujeto histórico a través de un altar creado desde la reapropiación del cenar como una celebración a lo femenino y doméstico, la trend viral surge como una expresión de subordinación a las expectativas impuestas sobre cómo las mujeres deben reducir su relación con la comida.
Ante una sociedad que ha promovido la asociación del cuerpo femenino con la idea del consumo, resulta necesario cuestionar la mala relación que esto ha generado entre las mujeres y la comida tanto a nivel personal como colectivo. Es momento de soltar el hambre que hemos aceptado todos estos años con el fin de buscar aceptación, y así, convertirnos en nuestro propio sustento.