Opinión Lentes Púrpura | mujeres | violencia de género

La cultura de dieta es violencia de género

Las dietas nos mantienen sujetas a un sistema que discrimina a los cuerpos que no forman parte de los cánones de belleza.

Constantemente sentimos una gran insatisfacción por nuestros cuerpos, desde que somos pequeñas se nos dice que para ser aceptadas debemos mantenernos delgadas. Al entrar a nuestras redes sociales, vemos a muchas influencers compartiendo diferentes métodos para mantenerse en forma, entre ellos están el uso de fajas, pastillas para bajar de peso, métodos quirúrgicos y, por supuesto, las dietas rigurosas que en muchas ocasiones nos mantienen con mucha hambre y ansiedad por cumplir con las calorías exactas.

Desafortunadamente, las dietas han demostrado ser un instrumento de dominación y control hacia las mujeres, principalmente aquellas que no cumplen con los estándares de belleza preestablecidos. Pero ¿cuáles son las razones que determinan la necesidad social por mantener un peso y talla específico?

En el siglo XIX se afianzó esta idea de la feminidad ligada a la belleza, fragilidad y la delicadeza del cuerpo de las mujeres. Se ha adoptado y producido una gama de modelos de belleza tanto para hombres como para mujeres, en los que se desconoce y se excluye cualquier tipo de diferencia. Ahora, para alcanzar estos estándares de belleza se nos pide transformar la naturaleza de nuestros cuerpos. Debemos luchar contra la obesidad y la gordura, a través de dietas que nos sumergen en una cultura que prioriza la delgadez mientras que desprecia el cuerpo gordo.

Por desgracia, somos nosotras las que estamos llenas de comentarios como “no estás fea y si adelgazaras, serías más linda” “come menos, ya se te ven algunos gorditos”, “te ves más cachetona”, promoviendo sentimientos de culpa y autorechazo. Es por eso que las mujeres creen que por controlar o contener sus cuerpos pueden escapar del círculo pernicioso que surge de la sensación de nunca ser tan bonitas como se requiere. Así, las mujeres se sienten empoderadas o liberadas al implementar dietas o cualquier método de cambio corporal. Sin embargo, estamos siendo esclavas del mismo sistema opresor que busca mantenernos insatisfechas y débiles ante el poder patriarcal que busca cuerpos sexualizados y manipulables.

La cultura de la dieta está interrelacionada con el capitalismo, ya que es un círculo vicioso que crea dos negocios diferentes, pero con grandes ganancias económicas; uno que vende delgadez por medio de alimentos “light” y otro que vende alimentos ultraprocesados y “fast food”. Las dietas de hambre, imposibles de mantener, crean una distinción entre alimentos “buenos” y “malos” generando a su vez un deseo descontrolado y un consumo desmesurado de alimentos “prohibidos”. Como resultado, se mantiene una rentabilidad constante en estos dos mercados.

Las dietas a las que muchas mujeres se someten en honor a la tiranía de la belleza son violencia de género. Como al hombre no se le pide que sea flaco y eternamente joven, la que inevitablemente ingresa al régimen de la dieta es la mujer.

Aunque esta violencia estática nos impacta a todas las mujeres, las que sufren más los estragos de este sistema de control son aquellas con cuerpos robustos, ante la gordofobia que permea a nuestras sociedades, al ser una matriz de opresión que involucra una multiplicidad de aparatos de control que tiene el objetivo de eliminar las corporalidades gordas mediante opresión en tres dimensiones: estética “las personas gordas, son feas”; salud “las personas gordas están enfermas”, y moral “estar gorda está mal, serías una mejor versión de ti si fueras delgada”.

Hemos olvidado el placer de comer, ignoramos las verdaderas necesidades de nuestro cuerpo implementando métodos que igualmente perjudican nuestra salud. Aprendimos a vivir con incomodidad, autoexigencia, y miedo a romper el molde establecido. Los medios de comunicación nos bombardean con diferentes opciones para estar en forma, generando presión sobre nosotras. Permitimos la opinión sobre nuestros cuerpos, normalizando la violencia que existe detrás de estos argumentos que impiden la normalización de la diversidad corporal.

Las dietas nos mantienen sujetas a un sistema que discrimina a los cuerpos que no forman parte de los cánones de belleza, promoviendo el rechazo mediante la utilización del control y dominación contra las personas con cuerpos gorditos.

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