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Las mujeres, el cine y sus contradicciones

La industria del cine tiene que mutar y transformarse para llegar a la equidad de las historias por contar.

“Quería revalorizar la amistad entre mujeres como un sentimiento que incorpora violencia, ternura, coherencia y solidaridad”

Agnès Varda para Cahiers du Cinema sobre su película “L'une chante, l'autre pas”. 1977.

Aún recuerdo la primera vez que vi algo del trabajo de Agnès Varda; fue el cortometraje Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe de 1975. En este aparece una agrupación de mujeres de todas las edades para hacer una recopilación de su sentir y de distintas expresiones con respecto a la sociedad heteropatriarcal en la que en ese entonces se vivía… y aún vivimos. Sororidad es una de las palabras con las que podría explicar lo que sentí al ver este cortometraje de apenas 7 minutos y 48 segundos. Una vez finalizado el corto, mis deseos por escribir, dirigir y crear cine nacieron.

Algunos años han pasado desde que tuve aquella sensación, ese impulso creativo y ganas de comerme al mundo contando mis historias, las de mi madre, amigas, hermana, tías, abuelas, etc… y llevando a la pantalla imágenes que reflejarían la persona que soy ahora y en la que deseaba convertirme. Tiempo después, tras finalizar mi carrera y en un intento por entrar en la industria cinematográfica mexicana, el panorama me es completamente diferente. Finalmente he tenido que chocar contra la realidad de lo que es la industria para las mujeres en el mundo del cine; un lugar dominado por hombres que no están dispuestos a soltarla.

Hace unos días, platicando con mis amigas y compañeras de la carrera de Cine y Televisión (todas egresadas), nos preguntamos el por qué nos estaba costando tanto trabajo ingresar a la industria cinematográfica. Llegamos a la conclusión de que nuestra experiencia antes, durante y después de haber concluido con la licenciatura era y es muy distinta en comparación a la de nuestros compañeros.

Muchas anécdotas fueron intercambiadas durante aquella reunión, pero quisiera revisitar dos con las que se ejemplifica perfectamente la manera en la que la industria cinematográfica funciona tanto para hombres como para mujeres.

La primera comienza con un networking, realizado el mismo día con la misma persona; un hombre cis. Sólo que una persona era un hombre y la otra una mujer. Ambas personas recién egresadas de la misma licenciatura, de la misma universidad y del mismo semestre. Meses después, una de las personas (la mujer) es contactada por este personaje masculino para un trabajo en el departamento donde ella deseaba trabajar. Sin embargo, primero le pedía que “tomaran un café” a modo de condición para obtener el puesto.

Algunas semanas después, la misma persona contacta al tercer personaje de la historia; el hombre. A diferencia de la mujer, él fue directamente llamado a trabajar en el set con una posición formal dentro de la producción. Ninguna condición le fue puesta para conseguir ese lugar.

“Yo quería hacer cine, pero ahora lo estoy dudando, porque no quiero entrar en la industria de esa forma”, decía una y otra vez mi amiga, todas concordamos.

La segunda anécdota ocurre durante una grabación donde yo formaba parte del equipo de producción; usualmente estamos acostumbradxs a cargar equipo, props y, en algunas ocasiones, el catering. La fuerza física siempre ha sido el estigma más utilizado en contra de las mujeres, llegando a ser nombradas como el “sexo débil”.

Personalmente, nunca había sido subestimada sobre cuánto puedo llegar a soportar físicamente en alguna producción, pero cuando llegué al mundo cinematográfico profesional, conocí un nuevo ambiente lleno de estereotipos y dominado por el sexo masculino. Un lugar en el que no solamente llegué a escuchar frases dirigidas hacia mí como “no lo cargues, está muy pesado para ti” o “mejor que lo haga tu compañero, tú no”, sino donde en un grupo de aproximadamente 200 personas, únicamente había ocho mujeres trabajando como parte del crew.

Muchas anécdotas, historias y testimonios han sido intercambiados a lo largo de la historia del cine. Mujeres como Alice Guy-Blaché a cuya producción La Fee aux Choux (El hada de los repollos) le negaron el título de “la primer película de ficción” por muchos años y le fue otorgado a George Méliès por su película Viaje a la luna (1902), y otras como Brie Larson que han sido criticadas por “la forma” de interpretar un personaje femenino, fuerte e independiente dentro de un universo casi exclusivo de la exposición masculina como lo es Marvel.

"Sí, claro, yo soy feminista. En la historia siempre que se da un paso hacia adelante, se da otro hacia atrás. Pero si comparamos la situación de la mujer a principios del siglo pasado con la de ahora, hay un gran progreso: hemos luchado por cosas básicas como el derecho a tener niños deseados. En cuanto al cine, si miras la cantidad de directoras que había cuando yo empecé, ahora hay 50 veces más. O mujeres en puestos de responsabilidad, en la política o la judicatura... Se puede discutir mucho al respecto, pero las cosas van avanzando.

¡Pero no hay que parar! En Caras y lugares, por ejemplo, hablamos con los estibadores de Le Havre, hombres muy machos, luchadores, que han ido a la huelga, pero yo les pregunto por las mujeres. Y dicen que sus prejuicios han cambiado... El feminismo hoy hay que hacerlo con los hombres, es difícil, pero es lo interesante".

Agnès Varda

Sin duda el cine de Agnès siempre me recuerda la importancia de seguir luchando desde la creación, desde la ternura radical y desde lo que para mí significa ser mujer. La industria del cine tiene que mutar y transformarse para llegar a la equidad de las historias por contar; mujeres y hombres deben ser involucradxs durante todo el proceso de preproducción, producción y postproducción para que cualquier obra audiovisual tenga una verdadera inclusión que nos beneficie a todas, todos y todes.

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