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28S: la lucha por un aborto libre de juicios y revictimizaciones
Decidir sobre nuestros cuerpos no debería ser un acto clandestino ni motivo de vergüenza: es un derecho inalienable y ninguna mujer debería sentir culpa por ejercerlo.
Hace unas semanas, un caso llegó a la línea de apoyo de Lentes Púrpura: una mujer se vio obligada a revivir heridas que pensaba cerradas al recibir la noticia de que la sentencia contra su agresor se revisaba nuevamente, porque algunas pruebas fueron consideradas insuficientes. Entre ellas, se cuestionó el aborto como evidencia. Ella tuvo que volver a justificar su derecho a decidir y su historia se convirtió en revictimización institucional. Este tipo de situaciones nos recuerda que aprobar leyes no basta si no van acompañadas de protocolos claros, acompañamiento digno y justicia real.
Pero el aborto no es sólo un caso de sobrevivencia. También es autonomía y libertad. Una mujer de 28 años decidió interrumpir un embarazo porque no era el momento para ella. Había tomado la decisión de manera consciente y la compartió con su pareja. Su aborto no surgió de violencia ni emergencia, sino de certeza de que su cuerpo y su vida son suyos, y que decidir cuándo tener o no un hijo es un derecho fundamental. A pesar de su claridad y firmeza, fue señalada por amistades y familiares, enfrentó tabúes y juicios morales que la hicieron sentirse aislada y cuestionada, mostrando cómo la presión social puede revictimizar incluso cuando la decisión es perfectamente legítima. Este caso nos recuerda que decidir sobre nuestros cuerpos no debería ser un acto clandestino ni motivo de vergüenza: es un derecho inalienable y ninguna mujer debería sentir culpa por ejercerlo.
Como acompañante, mi labor es sostener, validar, contener. Al escuchar estas historias en diferentes momentos, sentí enojo y frustración. También apareció la impotencia, pero acompañada de reflexión, la revictimización y el juicio social no discriminan entre quienes abortan por violencia y quienes lo hacen por autonomía. El sistema y el contexto social siguen imponiendo barreras y estigmas, aunque la ley permita el aborto.
De cara al 28S, Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro, no podemos hablar solo de los avances. Sí, se ha logrado la despenalización en varias entidades y la Suprema Corte ha marcado precedentes importantes. Pero mientras una mujer tenga que revivir en los tribunales por qué decidió abortar, mientras un agresor pueda usar su aborto como argumento para obtener libertad, mientras los juzgados se conviertan en escenarios de humillación en lugar de justicia, seguimos teniendo deudas enormes.
La despenalización es apenas el inicio: sin acompañamiento, sin perspectiva de género y sin cuidados, la ley se convierte en letra muerta. Necesitamos garantizar el acceso real, protocolos claros, acompañamiento digno y un sistema que ponga la vida y la dignidad de las mujeres en el centro. La lucha sigue, porque decidir sobre el propio cuerpo es un derecho, y ninguna mujer debería ser señalada ni convertida en prueba por ejercerlo. Necesitamos un Estado que entienda que no basta con escribir leyes: hay que volverlas realidad. Porque obligar a una mujer a justificar por qué abortó, en medio de un proceso judicial contra su agresor, no es justicia: es castigo, es revictimización, es negarle su dignidad.
En camino al 28S, estos casos nos recuerdan que la lucha sigue. Poner en palabras las emociones que nos atraviesan y nombrar el enojo que provoca escuchar historias como esta me hace recordar la importancia de los espacios de cuidado que construimos como acompañantes. Nosotras sostenemos desde la escucha y la empatía lo que las instituciones no saben (o no quieren) garantizar. Y esa carga también nos confronta con nuestra propia impotencia, con el dolor que no podemos resolverlo solas.
Porque no queremos más mujeres enjuiciadas por abortar, ni más sentencias reabiertas que las obliguen a revivir la violencia. Queremos justicia, cuidados y libertad. Queremos que decidir no signifique volver a ser señaladas o excluidas. Queremos un futuro donde ningún derecho dependa de la ficción, sino de la certeza de que será respetado y acompañado.
SOBRE LA AUTORA
Psicóloga para entender, activista para cambiar. Afromexicana y orgullosa de mis raices y cultura. Amante del teatro y del jazz, y creyente de que el arte es una herramienta valiosa de impacto social.
Desde la academia y la clínica, deje de apostar a patologizar el trauma. Frente al silencio en el aula sobre el impacto del contexto socio-político en la salud mental, emprendí un camino al reconocimiento de las formas de resistencia de las comunidades y acompañarlas en sus procesos de reinserción.
Le apuesto a la narrativa en la clínica, entendiendo que somos construcciones de significados. Mis intereses abarcan temas de reinserción, economía solidaria, justicia, violencia social y autocuidado.