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Cuando la crisis arrastra más que agua: historias de mujeres invisibles

Cuando ocurre una emergencia natural, las mujeres enfrentan una doble vulnerabilidad: la del desastre y la de la desigualdad.

El 6 de octubre de 2025, Veracruz amaneció bajo una lluvia torrencial que, en cuestión de horas, transformó calles en ríos y casas en escombros. Municipios como Poza Rica y Álamo Temapache quedaron devastados. Pero detrás de las cifras oficiales —30 muertos, 18 desaparecidos, más de 70 municipios afectados— existen historias que no se cuentan en los boletines de prensa.

Son historias de mujeres que, además de perder su hogar o su trabajo, enfrentan la fragilidad de un sistema que no las contempla. Mujeres que, en medio de la emergencia, se ven obligadas a improvisar refugios, proteger a sus hijas e hijos y sostener comunidades enteras, aun cuando nadie las protege a ellas.

En los albergues improvisados, muchas enfrentan la falta de privacidad, la angustia por la seguridad de sus hijas y el miedo a ser víctimas de violencia sexual. La ayuda llega, pero muchas veces tarde, o sin estar pensada para ellas: no hay espacios seguros, ni protocolos para prevenir abusos, ni atención especializada.

@SEMAR_mx / X

En Veracruz, de enero a junio de 2025, el Observatorio Universitario de la Universidad Veracruzana registró 411 casos de mujeres y niñas desaparecidas, de las cuales 121 siguen sin ser localizadas, y entre enero y septiembre se reportaron 54 feminicidios en el estado (e-veracruz.mx, 2025). Estas cifras son un recordatorio de que la violencia estructural no se detiene con la lluvia, sino que muchas veces se agrava.

Cuando ocurre una emergencia natural, las mujeres enfrentan una doble vulnerabilidad: la del desastre y la de la desigualdad. La falta de planificación con perspectiva de género en los protocolos de emergencia profundiza esta realidad. Las rutas de evacuación, los albergues y la distribución de ayuda rara vez consideran necesidades específicas como la seguridad, la salud sexual y reproductiva o la privacidad.

El gobierno federal anunció un apoyo de 10,000 millones de pesos para los estados afectados por las lluvias, incluyendo Veracruz (El País México, 2025). Sin embargo, la respuesta ha sido criticada por su tardanza y falta de coordinación. En lugares como Poza Rica y Álamo Temapache, la población tuvo que organizarse por su cuenta, mientras colectivos feministas y de madres buscadoras desempeñaron un papel fundamental en la búsqueda de personas desaparecidas y en la entrega de ayuda humanitaria.

Estas acciones ciudadanas revelan algo importante: la fuerza colectiva que emerge cuando el Estado no llega. Pero también exponen la urgencia de políticas públicas con enfoque de género, que garanticen seguridad, atención médica, refugio digno y participación activa de las mujeres en las decisiones sobre reconstrucción.

Porque hablar de reconstrucción no puede limitarse a levantar paredes. Significa reconstruir vidas, vínculos y derechos. Significa preguntarnos quiénes quedan fuera de las prioridades cuando todo se derrumba, y por qué seguimos sin escuchar las voces de las mujeres en los planes de emergencia.

Cuando el agua arrasa, no todas perdemos lo mismo. Algunas pierden mucho más: su hogar, su seguridad, su voz. Y mientras el país se reconstruye, urge también reconstruir el pacto social que hemos dejado fragmentarse entre la indiferencia y la desigualdad.

Veracruz hoy nos recuerda algo esencial: que no hay justicia sin equidad, ni reconstrucción sin perspectiva de género.

El desafío no está solo en drenar el agua, sino en mirar de frente las grietas estructurales que, una y otra vez, ponen a las mujeres en la primera línea del olvido.