¿Desigualdad democrática o equidad entre los estados? Descifrando el sistema electoral estadounidense

A menos de una semana de las elecciones, Mauricio Rojsen nos cuenta sobre el particular sistema electoral que se utiliza para elegir presidente en Estados Unidos.

¿Desigualdad democrática o equidad entre los estados? Descifrando el sistema electoral estadounidense

En Estados Unidos, un sistema que nació para garantizar la equidad entre los distintos estados de la unión ha tenido el efecto opuesto.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos están a la vuelta de la esquina. Como cada cuatro años, millones de personas alrededor del mundo, sobre todo en México, nos encontramos a la expectativa de lo que pueda pasar el próximo 5 de noviembre. En nuestro país vecino, los comicios cuentan con una cobertura mediática que no se compara con ninguna otra en el resto del planeta. Esto no solo se debe a la importancia y el poder que conlleva ser la o el presidente de la principal potencia mundial, sino al particular sistema electoral que se utiliza para elegirle.

No es un secreto que en Estados Unidos tienen una manera muy particular para decidir quién será su siguiente líder: el famoso Colegio Electoral. Este es un sistema que dota a cada uno de los 50 estados de la unión de cierta cantidad de votos, que después sus representantes (en lugar de sus ciudadanos) emiten ante la legislatura federal. A excepción de los estados de Nebraska y Maine, las entidades otorgan la totalidad de sus votos al candidato que haya resultado ganador de los comicios en esa localidad.

Hoy en día se reparten 538 votos entre las 50 entidades. El primer candidato en llegar a 270 “puntos” se convierte en el presidente electo de los Estados Unidos. Esto abre la puerta a que la campaña que más voto popular tenga (es decir, el voto directo de la ciudadanía) pierda la elección. Esto ya sucedió en 2016 cuando Donald Trump derrotó a Hillary Clinton, y en el año 2000, cuando George Bush venció a Al Gore. A diferencia del resto del mundo, las elecciones en Estados Unidos no se tratan sobre cómo conseguir más votos, sino de cómo conseguirlos en los lugares correctos.

Para comprender los profundos efectos que tiene este sistema en la formación de elecciones desiguales, es importante recapitular la razón detrás de la creación del mismo.  Estados Unidos, como su nombre lo indica, nació como una federación; la unión de trece colonias independientes la una de la otra, que forman una alianza. Primero para lograr su independencia del Reino Unido, después para conformar una sola nación. Estas colonias se transformaron en estados libres y soberanos, que ceden una pequeña parte de su autonomía a cambio de cohesión y protección. Hasta el día de hoy, cada una de estas entidades tiene sus propias leyes y sus propios gobiernos. A diferencia de México, donde primero hay una federación y después estados, nuestro país vecino funciona de forma contraria.

Al final del día, la constitución de los Estados Unidos cuenta solo con un puñado de artículos y una veintena de enmiendas, mientras que la ley robusta es responsabilidad de cada entidad federativa.

Debido a esta conformación nacional tan única, los padres fundadores se preguntaron la manera en la que podrían garantizar que los estados menos poblados pudieran hacer oír su voz al momento de elegir a un nuevo presidente. Su respuesta fue el Colegio Electoral, donde a cada entidad le corresponde una cantidad de votos determinada por su número de legisladores en el Congreso federal: los Representantes, que son determinados por la cantidad de población en el estado, y los Senadores, de los cuales a cada entidad le corresponden dos. Texas, por ejemplo, manda 38 representantes y dos senadores al Congreso, por lo que le corresponden 40 votos electorales. Así van sumando hasta llegar a la famosa cifra de 538.

Sin embargo, un sistema que nació para garantizar la equidad entre los distintos estados de la unión ha tenido el efecto opuesto. Hoy, las elecciones en Estados Unidos se llevan a cabo en un entorno desigual, donde hay estados más importantes que otros y, por lo tanto, existen votos que valen más. Solo basta con observar las entidades en donde ambos candidatos, Donald Trump y Kamala Harris, han realizado eventos de campaña en los últimos dos meses:

Imágenes cortesía de The New york Times

Hay algunos estados que reciben toda la atención, los famosos swing states. Estos son aquellos que, a diferencia de la mayoría (donde ya sabemos quien ganará meses antes de las elecciones), pueden decantarse por cualquiera de los dos partidos el día de los comicios. Para este año, estos son Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada, los cuales tienen un valor electoral acumulado de 93 votos, o el 17% del total de puntos disponibles.

Por esta precisa razón, las elecciones en Estados Unidos se han transformado en un juego de márgenes. Existe un sistema que beneficia desproporcionadamente a los republicanos, que por ahora tienen el apoyo en los lugares correctos, y en donde el espacio para maniobrar es cada vez más reducido.

The New York Times reporta que son apenas 21 los condados donde se puede definir esta elección, los suburbios que se encuentran a las afueras de las principales ciudades de los estados columpio. Comunidades pequeñas, usualmente blancas y con educación universitaria, donde la voluntad de sus habitantes se ha transformado en la de todo el país en las últimas dos jornadas electorales. En 2016 y 2020, los márgenes de victoria en estos estados fue mínimo, tan solo unas decenas de miles de votos definieron el destino de un país de 330 millones de habitantes.

No podemos predecir quién ganará las elecciones de la siguiente semana, pero sí podemos asegurar que el sistema electoral estadounidense provoca una desigualdad democrática entre la ciudadanía del país. Una que ocasiona que el voto de un suburbio de Phoenix o Milwaukee sea cientos de veces más valioso que uno de Los Ángeles o Nueva York. Queda por analizar cuáles serán las comunidades favorecidas o afectadas durante este ciclo electoral.