- Telokwento
- Posts
- El dolor es político, lo quieran o no
El dolor es político, lo quieran o no
Nos quieren acostumbrar al horror. A abrir las redes, ver la tragedia y seguir con la rutina. Pero no podemos permitirlo.

Ilustración: Samanta Apichoto Mata
La mañana del 20 de mayo, en plena luz del día, Ximena Guzmán y José Muñoz, secretaria particular y asesor de Clara Brugada, fueron asesinados en la calzada de Tlalpan. Un ataque directo, brutal y sin sentido. Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum expresó condolencias, la realidad es que la violencia sigue desbordada.
Nos dicen que no politicemos el dolor, pero ¿cómo no hacerlo cuando el crimen organizado lanza mensajes al Gobierno? ¿Cómo no indignarnos cuando las autoridades minimizan estos hechos?
Este 1 de junio, México vivirá un proceso electoral inédito: por primera vez, votaremos directamente por integrantes del Poder Judicial. Más de 800 cargos estarán en disputa, incluyendo jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte. Un estudio del Observatorio Electoral Judicial reveló serias fallas: boletas confusas, candidatos favorecidos y un sistema que impide un voto verdaderamente informado.
Mientras intentamos entender esta nueva forma de votar, seguimos siendo testigos de una realidad alarmante: nos matan por participar, por opinar, por denunciar. Nos matan por ser mujeres. Los feminicidios no cesan. Las cifras crecen, pero las respuestas siguen siendo débiles, casi decorativas. ¿Cuántas más tienen que faltar para que nos crean? ¿Cuántas más para que actúen?
Y si no es la violencia directa, es el abandono. En los barrios más olvidados, los niños crecen sin escuelas dignas, sin maestros suficientes, sin libros, sin esperanza. Un país que no educa es un país que condena. La desigualdad educativa perpetúa la pobreza y alimenta la violencia.
Nos quieren acostumbrar al horror. A abrir las redes, ver la tragedia y seguir con la rutina. Pero no podemos permitirlo. Ximena y José no eran solo nombres: eran vidas, sueños, familias. Como ellos, hay miles más.
Esta elección no puede tomarse a la ligera. No podemos votar con apatía. No podemos decir que todos son iguales. Porque no todos enfrentan la violencia. No todos están dispuestos a mirar de frente a este país roto. Votar también es un acto de resistencia.
Este 1 de junio, votemos con conciencia y con dignidad. Porque no elegimos solo un nombre: elegimos un rumbo. Y después del voto, sigue lo más importante: exigir justicia, seguridad, educación, igualdad y verdad.
Nos dicen que no politicemos el dolor, pero el dolor ya es político. Porque nace cuando las instituciones fallan, cuando nadie escucha, cuando nadie responde. Escribo con rabia, con miedo, pero también con esperanza. Porque somos más los que queremos vivir en paz. Los que no queremos normalizar la muerte. Los que exigimos un país donde ser mujer o activista no sea una sentencia de muerte.
Que esta vez sí pase algo. Que la justicia no se quede en palabras. Que el miedo no nos quite la voz. Ni el voto. No seamos indiferentes.
SOBRE LA AUTORA
Soy licenciada en Derechos Humanos y Gestión de Paz, y maestra en Responsabilidad Social Corporativa. Me identifico como feminista y he tenido la oportunidad de desarrollarme profesionalmente en los sectores social, gubernamental y empresarial.
A lo largo de mi trayectoria, he capacitado a más de 3,000 personas en temas relacionados con la diversidad, la inclusión, los derechos humanos y la paz, lo cual ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida profesional.
Actualmente colaboro en Lentes Púrpura en temas de procuración de fondos y proyectos especiales, y también participo en el Museo Memoria y Tolerancia como Coordinadora del Museo Móvil.
Me gusta pensar que, desde cada uno de estos espacios, contribuyo a construir una sociedad más justa y equitativa.