Gringo go home

La gentrificación ha afectado a los destinos más turísticos de México desde décadas atrás, pero con el auge de los nómadas digitales se encrudece.

Un letrero de McDonald's rayado con un grafiti color rojo con la leyenda “Gringo Go Home”. Debajo del letrero, un hombre en situación de calle, durmiendo sobre un cartón de la mitad de su cuerpo y una cobija de cuadros corroída apenas cubriéndolo de la lluvia. Esa es la escena que representa una de las múltiples realidades de la Ciudad de México.

La gentrificación ha afectado a los destinos más turísticos de México desde décadas atrás, pero con el auge de los nómadas digitales se encrudece. Desde las costas de Acapulco, Cancún y Tulum, los pueblos mágicos como San Miguel de Allende, Tepoztlán y Cholula, hasta las ciudades emblemáticas como Oaxaca y Guadalajara, se han transformado con el paso de los años en hotspots. El problema es que esa transformación no necesariamente ha sido benéfica para la gente local.

La gentrificación es un fenómeno originado porque las personas con un mayor poder adquisitivo llegan a habitar zonas más económicas, buscando mayor calidad de vida a menor costo comparado con su país de origen. A diferencia de la migración, fenómeno en el que las personas con menores recursos se trasladan a otros lugares buscando mejores oportunidades económicas. Esto no encarece ningún espacio, al contrario, las personas migrantes suelen vivir en condiciones precarias. En resumen, la gentrificación responde a una búsqueda de estilo de vida o una forma de inversión y la migración responde a una necesidad económica y/o social.

Se suele argumentar que la llegada de extranjeros al país genera una derrama económica, pero esto sucede sobre sectores específicos como gastronomía, coworking, transportes privados, y se concentra en colonias muy específicas, lo que no necesariamente beneficia a zonas populares ni se traduce en un bienestar generalizado. Por el contrario, genera exclusión en el entorno inmediato. Además, muchas de las personas extranjeras que llegan a México, siguen trabajando de forma remota para empresas extranjeras, por lo que no pagan impuestos en el país de manera proporcional a su nivel de ingresos. En resumen, la gentrificación dinamiza ciertos sectores económicos, pero profundiza la desigualdad y el acceso a vivienda.

Es necesario entender que el mercado ha evolucionado de una forma tan globalizada que es prácticamente imposible encontrar un negocio que sea puramente local. Hay emprendimientos extranjeros que dan muchos empleos a personas mexicanas, y emprendimientos de dueños mexicanos, pero con una cadena de suministros extranjera. Es decir, no todo lo local es plausible ni todo lo extranjero es rechazable.

Entonces, ¿deberíamos optar por un nacionalismo extremo y un rechazo profundo a otras nacionalidades? ¿El lugar donde nacimos debe de ser la condena o destino para toda nuestra vida? Desde mi punto de vista, la gentrificación no se genera por intenciones individuales. Se trata de un problema estructural y sistemático que las autoridades no atienden.

Hay muchas posibilidades de políticas públicas que podrían implementarse para mitigar el impacto de la gentrificación sin el repudio a otras nacionalidades. Por ejemplo, incentivar a la inversión extranjera para que sitúen sus casas matrices en diferentes estados de la república, dependiendo de sus giros comerciales, de tal manera que se generen empleos a lo largo de todo el territorio y por ende se incentive el desarrollo económico de manera generalizada y no únicamente en las tres ciudades más importantes. Garantizar la seguridad es otro aspecto fundamental que las autoridades deben de priorizar, pues muchas veces es la razón que motiva a la gente a quedarse en las capitales. Proveer servicios dignos en las zonas rurales también podría generar una mayor distribución de la población en diversas zonas.

México es por excelencia un gran destino para todos los gustos e intereses. Sin embargo, lo que comienza como un gancho que augura desarrollo, termina siendo un yugo que sepulta cada hotspot del país. Somos un pueblo apapachador, nos encanta que personas de otros países valoren lo que México les puede ofrecer, pero no a costa de quedarnos sin nuestras casas, nuestros espacios, nuestro territorio. El problema no son las distintas nacionalidades que habitan y transitan el país, el problema es que no se prioriza la garantización de condiciones mínimas indispensables para que las mexicanas y los mexicanos podamos seguir viviendo en las calles que nos han visto crecer.

SOBRE LA AUTORA

Abogada por la Universidad de las Américas Puebla. Co-creadora del podcast Mundo En Corto. Me he desempeñado en derecho corporativo internacional, propiedad intelectual, y derecho digital. Mi línea de investigación y acción son los derechos humanos con perspectiva de género interseccional. Me motiva aprender, cuestionar, desaprender y entender todo lo que me rodea de manera interdisciplinaria.