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Moda lésbica como resistencia política

La moda también es política. Prueba de esto es la "moda lésbica" que desafía los roles de género que la sociedad le impone a las mujeres y subvierte la mirada masculina.

Moda lésbica como resistencia política

La moda también es política. Prueba de esto es la "moda lésbica" que desafía los roles de género que la sociedad le impone a las mujeres y subvierte la mirada masculina.

A lo largo de la historia, las mujeres queer han cuestionado y deconstruido el binario de género a través de su vestimenta como un medio de rebelión contra la heteronormatividad y la imposición de roles y expectativas de género. Al resistir la presión social sobre cómo debían vestir, estas mujeres también se rebelaron contra lo que se les imponía y su futuro, reclamando sus cuerpos, identidades y agencia. La importancia política y cultural de la moda lésbica sigue siendo relevante, no sólo para mujeres dentro de la comunidad LGBTQ+, sino para todas, al abrir camino para la toma de decisiones personales y convertir algo tan íntimo como la ropa en una declaración política.

Uno de los principales propósitos de la moda lésbica ha sido escapar de la heteronormatividad y sus imposiciones de belleza y feminidad. La adopción de la “política de lo feo” en la moda lésbica está profundamente conectada con el feminismo, especialmente durante la segunda ola entre los años 70 y 80. Muchas mujeres sáficas dentro del movimiento feminista adoptaron códigos de vestimenta que incluían cabello corto, aceptación del vello corporal, y el uso de ropa como overoles y botas Dr. Martens. Estos códigos de vestimenta funcionaban como un uniforme simbólico y práctico, conocido como uniforme dyke, que permitía reconocerse entre sí dentro y fuera de las protestas. La imagen de la “lésbica fea” se acuñó para las mujeres queer que usaban este uniforme, lo que más tarde se convirtió en un estereotipo generalizado de las mujeres sáficas, asociando el lesbianismo con la fealdad.

La aceptación de la “fealdad” en la moda lésbica es revolucionaria, ya que estas mujeres se negaron a ajustarse a las expectativas sociales de belleza femenina y afirmaron su sexualidad sin tener que encajar en los estándares del male gaze o mirada masculina. Este término, acuñado por Laura Mulvey, describe el poder de los hombres para objetificar a las mujeres, limitándolas a su apariencia física en relación con sus fantasías sexuales. Las mujeres que adoptaron el uniforme dyke desafiaron esta mirada al rechazar la heterosexualidad obligatoria, que según Rich (1980), sostiene que la orientación sexual hacia los hombres es inevitable, incluso si es opresiva.

Hablando de moda queer y feminista, es crucial considerar la idea de bell hooks de que lo personal es político, encontrando en experiencias individuales similitud que motiva la acción política. La moda no puede ignorarse como un aspecto político central en las condiciones materiales de los individuos. De acuerdo a Michel Foucault, el cuerpo puede funcionar como un texto que cuenta una historia, y la moda permite a los individuos narrar su propia historia al ser vistos y percibidos por otros. El cuerpo, por tanto, se convierte en un medio de comunicación y cambio radical, donde la moda lésbica ha desafiado las normas binarias de género al usar la ropa como herramienta de transformación.

Al analizar la adopción de la “política de lo feo” en el uniforme dyke de los años 70 y 80, surge la pregunta de si esto representa una nueva forma de masculinidad. Sin embargo, el objetivo era eliminar las distinciones de género. Al categorizar esta moda como masculina se contradice su propósito de desafiar el binario de género, y refuerza la idea de que en la creación de una imagen andrógina, la feminidad no tiene lugar. En cambio, el uniforme dyke funcionaba para hacer visible y desafiar la imposición del género, permitiendo que las mujeres sáficas utilizaran sus cuerpos para transmitir mensajes políticos a través de la moda.

En resumen, la moda lésbica ha sido una herramienta histórica de reconocimiento mutuo y resistencia, cuestionando los roles de género establecidos y afirmando la política de la sexualidad. Su impacto ha sido innegable a nivel cultural y político, al seguir abriendo discusiones sobre el género y su poder sobre los cuerpos no cisgénero y no masculinos.

SOBRE LA AUTORA

ARANZA HERNÁNDEZ

Internacionalista egresada del Tecnológico de Monterrey y actual investigadora en Lentes Púrpura. Cuenta con una especialización en Estudios de Género y Sexualidad por parte de la Universidad de Ámsterdam. A lo largo de su carrera profesional, ha participado en la creación e implementación de diferentes proyectos para la promoción y protección de los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQIA+.