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Parir en casa, un acto de resistencia político
La anulación de la experiencia de las parteras tiene como riesgo que este conocimiento ancestral vaya poco a poco desapareciendo y que las mujeres tengamos cada vez menos oportunidades de conocernos, conocer nuestros cuerpos y confiar en nuestra capacidad de dar vida.
La herencia que tenemos en México en términos de prácticas gineco-obstétricas, viene del sistema de salud médico de Estados Unidos desde el siglo XIX. Desde esa perspectiva, los partos deben llevarse a cabo en hospitales con un número importante de medicamentos e intervenciones. Quienes siguen esta corriente ven los partos como eventos médicos que deben estar acompañados de quirófanos y multiplicidad de doctores. Incluso, los seguros médicos los categorizan como “incidentes”, “eventos” y “enfermedades” y llevan a las pacientes a tener que fijar con certeza la fecha del mismo, lo cual es completamente contrario al proceso natural que supone traer al mundo una vida de forma natural.
Este modelo llegó para imponer a las mujeres formas de parir que se ajustan a la comodidad del equipo médico y que anulan por completo la intuición, el poder, la sabiduría corporal y la voz de las mujeres. Obligar a mujeres a parir acostadas y sedadas, como se usaba en los cincuentas, representan formas de violencia obstétrica puesto que no son en beneficio de la parturienta ni el bebé, sino en beneficio exclusivo del médico y el hospital.
Aunado a lo anterior, el conocimiento ancestral de las parteras, quienes ven al parto como un proceso fisiológico que puede atenderse desde la comodidad de la casa de las personas y sin necesidad de intervenciones quirúrgicas ni médicas, fue completamente rechazado por el sistema de salud, considerándolo como “prácticas atrasadas” y sometiéndolas a tratos discriminatorios.
Y es así como se asoma el patriarcado, queriendo evitar que las mujeres tomen decisiones sobre sus propios cuerpos y que aprendan a conocerse y a conocer su inmenso poder, llenándolas de miedo y justificando como “irresponsabilidad” el decidir tener un parto fuera del sistema de salud hospitalario.
La anulación de la experiencia de las parteras y el trato con desdén que seguido sufren, tiene como riesgo que este conocimiento ancestral vaya poco a poco desapareciendo y que las mujeres tengamos cada vez menos oportunidades de conocernos, conocer nuestros cuerpos, confiar en nuestra capacidad de dar vida, para ceder todo nuestro poder, autonomía y soberanía interna a quienes visten las batas blancas y presumen títulos académicos.
El conocimiento y experiencia de las parteras debe reconocerse y fomentarse puesto que el 85% de las mujeres en el mundo son candidatas para un parto en casa. El menor de los casos requieren cesáreas de emergencia; sin embargo, el capitalismo que alimenta las estructuras de los sistemas de salud tanto público como privado, buscan que el miedo lleve a la mayoría a optar por la opción más dañina para el bebé y el cuerpo de la mujer, pero más rápida para los cirujanos.
Lo anterior no significa que las cesáreas no salven vidas y por supuesto que deben practicarse en los casos específicos en que sean necesarios para preservar la vida y la salud de la mamá y el bebé y no para llenarle la cartera a los ginecólogos y hospitales y acomodar sus agendas y horarios.
Desgraciadamente, después de Brasil, México lidera el mayor número de cesáreas electivas. En 2023 representaron en hospitales públicos el 53.8% y en hospitales privados el 90%.
No me alcanza el espacio para hablar de los miles de beneficios que tienen los partos naturales, no medicalizados y en casa. Basta con cerrar resaltando que en este ámbito también, el capitalismo y el patriarcado nos están robando la oportunidad de saber y vivir el poder que tenemos. Ese poder que hace que el machismo tiemble.
Parir en casa, es un acto político.
SOBRE LA AUTORA
Abogada egresada de la Universidad Iberoamericana, con maestría en Derecho Internacional Público de la Universidad de Leiden. Tiene experiencia en el sector privado en el despacho financiero Ritch, Mueller y Nicolau S.C. y en el sector público en la Misión de México ante la ONU en Ginebra y en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y con Naciones Unidas en el Tribunal Penal en Camboya y con UNICEF en Ciudad Juárez. Sus áreas de experiencia son temas de género, desarme, derecho internacional humanitario y migración. Feminista incluyente, en contra del punitivismo penal y a favor de una Justicia Restaurativa.