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The Apprentice: Porque sólo un no-gringo puede retratar a Trump
The Apprentice no funciona como una biopic cualquiera. Esta historia retrata a Trump sin vergüenzas y sin apologías.
The Apprentice: Porque sólo un no-gringo puede retratar a Trump

La película no funciona como una biopic cualquiera. En vez de contar la historia de éxito de un personaje real y cómo se sobrepuso a este mundo cruel para ser un ejemplo, esta historia retrata a Trump sin vergüenzas y sin apologías.
Hace unos meses, cuando escuché que en Cannes presentaron una película sobre la vida de Donald Trump, y que Trump estaba haciendo hasta lo imposible para que no se estrenara, supe que era una cinta que no podía perderme por nada del mundo. Bueno, esta semana tuve la oportunidad de ver The Apprentice y no decepciona.
No fue lo que esperaba. Sabía que iba a ser crítica, pero me hizo sentido cuando investigué tantito más. A diferencia de otras biopics hollywoodenses, patrióticas y que criticarán todo, menos a Estados Unidos, la cinta de Ali Abbasi es un retrato de Trump y del país desde lo que a todos ya no nos duele, sólo nos enoja.
En resumen, es un retrato de cómo un abogado de mafiosos hizo que Donald Trump pasara de un junior tóxico y racista, torpemente aislado en el negocio de las bienes raíces, a un magnate tóxico y racista, dispuesto a romper toda regla, abandonar toda decencia y vender a su propio padre con tal de seguir siendo el centro de atención.
Primero: la película como película
El mayor mérito, a nivel de guion, que le veo a The Apprentice es que no funciona como una biopic cualquiera (de las que tanto gustan en Hollywood). En vez de contar la historia de éxito de un personaje real y cómo se sobrepuso a este mundo cruel para ser un ejemplo para el mundo, esta historia retrata a Trump sin vergüenzas y sin apologías.
Y sobre todo: un Sebastian Stan que se ve muy lejano del Soldado del Invierno y muy cerca de gritar que haitianos se están cenando a los perros. Los tics, los gestos, la voz: es Trump. Es tan odiable y creíble como el que ves en la televisión, y probablemente veamos en la Casa Blanca. Y eso da miedo.
Segundo: la película fuera de la película
Desde que se presentó la película en Cannes, la campaña de Trump ha intentado hasta lo imposible por que no se distribuya. Voceros la han catalogado de ataque vil y que sólo quiere perjudicar su imagen pública. Metieron todos los recursos legales que pudieron. Sin embargo, la distribuidora logró sacar la cinta el 11 de octubre, a menos de un mes de las elecciones gringas.
¿Por qué? No voy a pretender entender el entramado legal y político que lleva a esa gente a hacer las barbaridades que hacen, pero por fines estilísticos, me daré el lujo de decir que es porque le pegó a Donald donde le duele: en su narcisismo. No porque lo haya presentado como una mala persona, a killer, como le gusta decir. No: lo presentó como un tipo patético, que poco tuvo que ver con su propio éxito (y que, de paso, una vez arriba, no pudo evitar violar a su esposa y negar a su amigo con sida).
“Es hora de que las películas vuelvan a ser políticas”, dijo en Cannes Ali Abbasi. Y coincido. Con eso en mente, siento que, con todo y todo, la película se quedó corta. Porque, en algún momento de la historia, un apologista de Hitler, racista, violador, narcisista, presidente de los Estados Unidos hubiera sido un protagonista muy poco creíble para una narrativa estructurada… en Estados Unidos.
SOBRE EL AUTOR
E. Hauvery Cetina Karsten es un escritor y guionista mexicano, apasionado del cine y la comedia. Escribió el libro de poemas Nuestro sueño estéril y dirigió el cortometraje Casa Vacía.