Opinión PJ Comexi | BRICS | Brasil

¿Un nuevo orden mundial? Horizonte de expectativa ante la XV Cumbre de los BRICS

Los BRICS han trabajado para convertirse en un centro de coordinación y cooperación en búsqueda de influir cambio en las grandes instituciones globales.

Durante la década de 1990 el mundo experimentó una de las transiciones geopolíticas más importantes de la historia. La gran rivalidad global definida por Estados Unidos y la Unión Soviética llego a su fin y con ello, el orden internacional diseñado por Occidente al final de la Segunda Guerra Mundial se universalizó y floreció. Instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el G7 —por un tiempo G8 con la inclusión de Rusia— se convirtieron en los principales foros para discutir el presente y futuro del desarrollo global.

Este acomodo, sin embargo, ha probado ser inestable y ante los grandes retos globales y crecientes intereses regionales, nuevos foros aparecieron; es el caso de los Acuerdos de Paris para el Cambio Climático o el G20 tras la crisis financiera de 2008. Sin embargo, ningún foro ejemplifica mejor la creciente multipolaridad global como los BRICS, término acuñado por Goldman Sachs en 2001 para describir a las más importantes economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Desde su formación oficial en 2009, los BRICS han trabajado para convertirse en un centro de coordinación y cooperación en búsqueda de influir cambio en las grandes instituciones globales, buscando reflejar la creciente contribución e importancia del sur global y a la vez convertirse en el foro sur-sur más influyente en el mundo. A lo largo del tiempo, los BRICS han crecido en influencia y capacidad; sin embargo, sus miembros tienen intereses divergentes que dificultan que el grupo pueda actuar de forma cohesionada. Para muestra, India y China son crecientes rivales regionales y tienen un conflicto territorial activo.

A finales de agosto, la XV cumbre de los BRICS tendrá la que será su más importante reunión hasta hoy en Sudáfrica con un tema en el centro, la posible expansión del grupo. Por un lado, China y Rusia desean una expansión rápida que pueda convertir a los BRICS en un foro “anti-Occidente”. Por su parte, India y Brasil, las grandes democracias del grupo, con cautela piden que existan reglas claras y muestran su rechazo a una expansión rápida, en parte ante la posibilidad de que se diluya su influencia y también para evitar convertir al bloque en una plataforma para los intereses geopolíticos de China. El éxito o fracaso del grupo como actor global va a depender en gran medida de lo que se decida en Johannesburgo.

Una posible expansión de los BRICS en dirección a un verdadero foro sur-sur tendría beneficios claros. Incorporar candidatos serios, en condiciones geopolíticas y económicas similares a los miembros actuales como es el caso de Arabia Saudita —favorita a unirse en esta reunión— y en menor medida México o Argentina, podría contribuir al dialogo con el G7 en el espíritu de reformar las grandes instituciones globales y ser un polo de desarrollo, como lo pretende Sudáfrica con la agenda BRICS-África propuesta para la cumbre de este año; sin embargo, de permitirse el acceso masivo con naciones abiertamente pro-China o antioccidentales, como Irán, Siria y Venezuela, existe el riesgo de que la credibilidad como foro de representación del sur global se vea erosionada en favor de una plataforma de discursos antioccidentales repliquen los objetivos políticos de Beijing y de Moscú.

Finalmente, es innegable que la arquitectura institucional global necesita reformas. En 1993, el G7 representaba el 45% del PIB mundial, contra 17% de los BRICS; en 2022 los BRICS representaron el 32% del PIB, superando al G7. A pesar de que la influencia del sur global es creciente, con naciones como los BRICS y México, Argentina, Indonesia o Nigeria agrupando mas del 40% de la población y PIB globales, su representación en organismos internacionales no es equitativa; las naciones emergentes son menos del 20% de los votos del FMI y dentro de las naciones emergentes, solo China tiene un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Los BRICS+ pueden jugar un lugar fundamental en reformar la arquitectura global de tal manera que la multipolaridad actual se vea reflejada y que se pueda responder de mejor manera a los retos colectivos que enfrenta la humanidad, sin embargo, si la expansión de los BRICS resulta una imposición política de Beijing, el sur global perderá una oportunidad histórica de acción colectiva, evidenciando que el orden internacional realmente camina a una dualidad entre dos bloques, uno en China y el otro en Estados Unidos.

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