Hay que considerar que el mismo acto de comer es un proceso natural que genera el hambre fisiológica, activa ciertas áreas del cerebro relacionadas con el placer o rechazo de algunos alimentos por el efecto que tiene en nosotros y en nuestro estado de ánimo, la liberación de neurotransmisores y las emociones.
Al hablar más sobre el hambre emocional, está dado por las situaciones que nos pasan, el mismo entorno en el que vivimos y lo que hacemos día con día llevándonos a actuar de cierta manera que hace que evadamos algunas responsabilidades y nos respaldamos en la comida. Esto es simplemente una llamada de atención de que algo está ocurriendo, algo que genera una emoción y al no manejarlo adecuadamente nos lleva a desahogarla en la comida. En el momento te hace sentir bien y placentero, pero posteriormente vuelves a sentir ese vacío emocional que te llevó a que lo comieras.
Esto no significa que no debas comerlo, pero es muy diferente comer algo porque realmente tienes hambre a comerlo por algún estado emocional que tienes en ese momento, llegando inclusive a no disfrutar sus sabores y sintiendo malestar.
De igual forma un alimento puede despertarnos emociones al comerlo. Por ejemplo, si estamos en otro lugar y tomamos una sopa caliente, puede remontarnos al hogar y recordar la sopa que nos hacía nuestra mamá, generando alguna emoción por esto. Por otro lado, al sentir tristeza, podría suprimir el hambre y preferir no comer por un tiempo hasta que esta emoción pase.
Toma en cuenta de que puedes consumir un alimento que sea con sabor rico y agradable para ti, pero en porciones pequeñas y disfrutándolo. Pero ante la ansiedad, el aburrimiento, la tristeza u otra emoción, es importante que lo identifiques para poder reconocer la raíz de la situación que estás atravesando en vez de evadir el problema real que te lleva a consumir ese alimento.
El hambre emocional, lleva a la persona a incrementar la ingesta de los alimentos, principalmente los que son dulces y ricos en grasas, utilizando la comida como una forma de “regular” las emociones al darle al cuerpo los alimentos una calma momentánea a nivel cerebral.
Lo importante es diferenciar entre los alimentos saludables de aquellos que no lo son. Saber que puedes también comer un poco de aquellos alimentos no tan saludables, pero en porciones pequeñas y que sean por un gusto momentáneo y placentero. Pero sin llevarlo al extremo que podría ser perjudicial para tu salud.
La principal consecuencia de esto si se llega a ser muy constante, es el sobrepeso debido a la alta ingesta diaria calórica, aunque también es muy importante tener en cuenta de que puede dañar tu salud mental porque hacemos como si nada pasara cuando el problema real es mucho más de fondo y es necesario tratarlo para poderlo manejar adecuadamente.
Recordemos que la principal función de los alimentos es cubrir requerimientos fisiológicos y que nos agraden, pero cuidando que sean a la vez saludables.
Por eso es recomendable conocer a tu cuerpo, entender qué siente realmente con cada alimento que consumes. Identificar qué y porqué te pide eso que quieres para saber si es hambre real.
Si identificas que es por una emoción, revisa si es algo repetitivo, si una situación en específico te lo genera y de ahí considerar también otras actividades que te puedan ayudar a trabajarlo y controlar la emoción que lo genera como tener un hobby, hacer alguna actividad física, practicar ejercicios de relajación y respiración y meditar.
Lo más importante es que lo identifiques y que en todo caso, busques también ayuda con un profesional en la alimentación y en lo psicológico para que te guíe a identificar la raíz del problema puesto que a la larga podría ocasionar otros trastornos alimenticios.
Recuerda que puedes comer de todo, pero en cantidades moderadas y balanceadas que permitan enriquecer tu salud.
Marisol Alvarado
Health Coach, especialista en el mundo corporativo, imagen y bienestar integral.
IG: @ananda.healthylife