El mes de marzo es uno en donde nos gusta recalcar la importancia de la mujer en la sociedad y su aportación valiosísima para toda la humanidad; al igual que evidenciar los problemas reales a los que se enfrenta una mujer en su día a día. Dichas problemáticas van desde discriminación, subestimación y conductas machistas, hasta violencia y feminicidios.
En esta oportunidad me gustaría aprovechar el espacio para hablar de un tema que poco se escucha, como lo es la vida laboral de una mujer madre en su día a día ejerciendo su profesión.
En los últimos años de la humanidad la mujer se ha incorporado cada vez más en el mundo laboral, tanto por decisión propia como por necesidad de obtener mayores ingresos en una familia por la situación económica del país. Y aunque el trabajo es una experiencia gratificante, para muchas mujeres, y en especial para las mujeres madres, el trabajo puede implicar la renuncia de otros derechos de los cuales debe poder gozar, como ejercer su maternidad.
La protección de la maternidad para las mujeres trabajadoras contribuye a la salud y el bienestar de las madres y de sus bebés, y por tanto al logro de los Objetivos adoptados por los Estados Miembros de las Naciones Unidas, cuyo fin es reducir la mortalidad infantil y mejorar la salud materna. La protección de la maternidad es esencial para asegurar el acceso de la mujer a la igualdad de oportunidades y de trato igualitario en el lugar de trabajo, ya que protege la seguridad de la mujer en lo relativo al empleo y los ingresos durante la maternidad y después de ella.
De acuerdo con la Oficina Internacional del Trabajo, la maternidad es un estado que exige un trato diferente para poder respetar una auténtica igualdad y, en este sentido, la protección a la maternidad en el ambiente laboral es más una premisa del principio de igualdad que una excepción del mismo. Se han de tomar medidas especiales de protección de la maternidad para que las mujeres puedan cumplir su función de madres y satisfacer el deseo de ejercicio de la maternidad, sin que resulten marginalizadas del mercado de trabajo.
Entre las medidas de protección que se deberían de incluir en el marco normativo en todos los países para las mujeres embarazadas y las que recientemente han dado a luz figuran las siguientes: evitar la exposición a situaciones que puedan poner en riesgo su salud y seguridad en el embarazo y después de este; otorgar licencias de maternidad remuneradas; permitir interrupciones en el trabajo para la lactancia; asegurar la protección contra la discriminación y el despido; y garantizar el derecho a volver al trabajo después de la licencia de maternidad.
Aunque varias de estas protecciones se encuentren reguladas en el marco normativo mexicano, es una realidad que nos hemos quedado atrás en algunos aspectos de la aplicación del principio pro persona y el principio de progresividad para garantizar la mayor protección a la mujer, ya que todavía podrían implementarse mayores garantías para el goce de los derechos de las mujeres madres y embarazadas.
Recordemos que una madre se enfrenta a diferentes retos, por lo que en diversos países o empresas se han implementado regulaciones que van más a allá de lo mínimo establecido por las legislaciones internacionales y nacionales, tal como lo son una sala de lactancia en el lugar de trabajo; varios meses de licencia de maternidad, tanto antes como después del parto; licencia de paternidad extendida, para que el cuidado del hijo no quede solamente a cargo de la mujer; flexibilidad de horario, y demás que no solamente garanticen los elementos básicos para una madre, sino que busquen que la mujer pueda ejercer su maternidad de una manera plena y digna, y al mismo tiempo garanticen que la mujer pueda seguir desarrollándose en el ámbito laboral.
Tal como resaltó la filósofa y escritora Edith Stein: “Toda profesión en la que el alma de una mujer es dueña de sí misma y que pueda ser realizada por el alma de una mujer es una auténtica profesión femenina”.