Esta semana, scrolleando en Netflix para ver cómo matar el tiempo, di con El amor después del amor, una nueva serie argentina que relata la vida de Fito Páez, desde los inicios de su carrera, hasta la publicación del disco con el mismo nombre, que se convirtió en el álbum de rock argentino más vendido hasta el momento. Me la eché en una sentada (porque Fito Páez ocupa un lugar sagrado en mis recuerdos) y me pareció una gran opción para recomendarles esta semana.
Sé que en México esta serie no tendrá ni de cerca el impacto que tuvo en Argentina (donde ya es la número 1 en Netflix), pero creo que tanto la historia como la vida de Fito Páez son de las que vale la pena escuchar y tener cerca en el corazón. Basada en las memorias del propio cantante, explora la influencia de la dictadura en la escena rockera de la época, y homenajea a figuras tan icónicas como Juan Carlos Baglieto, Charly García, Fabiana Cantilo y Spinetta, entre otros.
Un tributo a sus afectos
Creo que entre todos los aciertos que tiene la serie, uno de los que más aplaudo (porque es de las cosas que más emoción transmiten) es que se nota el afecto de Fito a su gente, a su escena y a todas las personas que construyeron ese periodo del rock argentino. La forma en que retrata a una Fabiana Cantilo que parece una copia exacta; la relación que construye con Cecilia Roth, que te hace entender por qué existe el amor después del amor; el retrato de Charly García; un Spinetta hablando de gnnochis con las abuelas, que es una forma absoluta y maravillosa de ternura.
En general me parece que, a diferencia de otras series o películas biográficas, que se dedican a engrandecer la figura de la persona que retratan, El amor después del amor eleva la imagen de esa escena musical —que es peligroso también, claro—. Creo que es una serie de un señor de sesenta años haciendo un tributo, en parte desde la ternura, a sus afectos, a su melancolía.
Hice una excepción para las biopics
Cualquier producto basado en la vida de una persona corre el riesgo de glorificar de más a las personas en que están basadas. No por mala fe, sino porque al volverlos personajes, que cumplen funciones narrativas, es imposible mantenerlos personas: con fallas reales. Por eso es que siempre que veo una historia así, me acerco con harto cuidado.
México me ha enseñado a manejarme con cuidado a la hora de hablar mal de Luis Miguel, así que no lo haré. Sin embargo, si tengo que escoger una serie sobre un cantante icónico de algún país latinoaméricano, me quedo con El amor después del amor por sobre la serie de Luis Miguel cualquier día de la semana.
Disfruté cada segundo de El amor después del amor porque me recordó a las noches que pasé en el sofá con mi papá escuchando a Fito Páez durante mi adolescencia. Y me parece que eso es lo más rico que tiene esta serie: que puede, en su propia medida, hacer que una historia de tragedias y amores nos enternezca, al menos un ratito.