Justo cuando andaba rompiéndome la cabeza para saber sobre qué escribir esta semana, me topé con un nuevo episodio de Leyendas Legendarias, una serie en colaboración con Amazon Prime, en donde hablaron sobre la historia de Joaquín Murrieta. La historia, pues, de un bandolero mexicano que en el Siglo XIX se convirtió en una leyenda tanto en nuestro país como en Estados Unidos; un héroe de la categoría de Robin Hood que terminó siendo inspiración de un personaje tan icónico de la cultura pop como el Zorro.
La verdad es que la idea de un héroe mexicano sacando de quicio al ejército gringo, que no fuera uno tan desgraciado como lo fue Pancho Villa (que tuvo más de villano que de héroe), me convenció por sí sola. Luego caí en cuenta de que la historia era un western, por lo que invariablemente terminaría topándome con vaqueros. Con eso decidí que necesitaba esta historia en mi vida.
Un toque emocional al Western
La cabeza de Joaquín Murrieta no espera para dejar en claro lo que es. La primera escena nos presenta a Murrieta y a su acompañante, Adela Cheng, entrando a un bar y abriéndose paso a plomazos para salir en cuanto aparecieron los problemas. La segunda es Joaquín tocando una puerta (intentando enmendar sus deudas con sus excompañeros del ejército mexicano, a quienes abandonó al desertar en la guerra contra Estados Unidos) siendo rechazado y recriminado por la esposa de su amigo, que no sobrevivió.
Desde el primer momento sabemos que esta puede ser una historia de vaqueros como cualquier otra: ambientada en la California de la Fiebre del Oro, después de que México perdiera la mitad de su territorio y todo mundo quisiera extraer el metal para hacerse rico (como el bitcoin del Siglo XIX), para toparse con que el nuevo gobierno de Estados Unidos no era por nada mejor que el anterior. Y en medio de eso, surge un héroe con sombrero y una revolver listo para convertirse en el paladín del pueblo. Va a haber gringos sombrerudos, balazos e indios y nos vamos a sentar a disfrutarlo como antaño.
Sí, sí… hay todo eso, pero también abarcan un componente emocional que me supo bastante bien en este tipo de historias. Vemos a un héroe con conflictos reales, profundos arrepentimientos que genuinamente impactan en su desarrollo; no tiene el cuerpo de un héroe y al final no es un héroe que pueda ganar por sí solo. En un tipo de historias que tiene, casi que por regla, a un hombre varonil y todopoderoso imponiéndose sobre los opresores, se sintió bien.
Decidir cómo contar las historias
Sentir en la pantalla historias que son nuestras no tiene precio. Lo vimos hace poco con ver a Tenoch Huerta en Marvel. Esta vez, del primer episodio al último, a las tres de la mañana, estoy contento de saber que hay personajes con el potencial de ser tan icónicos en nuestras propias historias. Lo que siempre había escuchado de Robin Hood, lo he tenido siempre tan cerca y nunca en mi vida había oído de él. Hay un Zorro (que de verdad fue El Zorro) y que no necesita tener el rostro de Antonio Banderas o Anthony Hopkins. Creo que esa historia vale la pena contarse.
Algo que he aprendido viendo cine es que siempre puedes escoger cómo vas a hacer las cosas. Puedes hacer un Llanero Solitario, tan icónico, tan gringo y con un acompañante que priva de toda dignidad a las comunidades indígenas, o puedes hacer como aquí, y presentar a los pueblos del norte del país con profundidad, respeto y con un rol importantísimo para la trama. Puedes tomar a un español para encarnar un héroe mexicano, o puedes hacer que sea como nosotros. Puedes presentar a los gringos como sí, los malos, pero que al menos en una de sus filas darán un salvador que terminará enseñándonos por qué teníamos que pelear… o solamente como los malos malísimos a los que todos los pueblos oprimidos van a enfrentarse.
Ese es uno de los méritos que tiene la diversificación de las narrativas: que desde México se produzca una historia western con nuestra versión de los hechos. A mí me gustaría haber visto esto más joven, o incluso ahora, en casa con mi viejo en el sillón, y emocionarme con un antagonista tan bueno como Harry Love y aventuras tan ricas como las de Joaquín Murrieta. Hacer recuerdos con las leyendas que son nuestras. Tal vez no se pudo entonces, pero ahora sí que tenemos la oportunidad.