De acuerdo con Forbes México, en los últimos 20 años ha habido un incremento del 300% en los trastornos de la conducta alimentaria. La cifra por si sola es escalofriante, pero lo es más aún si analizamos que un gran porcentaje de esa cantidad, es consecuencia del abuso sexual. Si nos enfocamos solamente en México, ocupamos el primer lugar a nivel mundial en casos de abuso sexual infantil, con 5.4 millones de casos por año (Aldeas Infantiles SOS). De esta cifra, se estima que una de cuatro niñas, y uno de cada seis niños, sufren violencia sexual antes de cumplir la mayoría de edad. De acuerdo con las estadísticas, es un problema que afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres.
¿Pero cómo se relaciona realmente el abuso sexual con los TCA? No es una respuesta fácil de responder en un artículo, pero lo que sí podemos empezar a poner al centro de la mesa es que este trastorno mental reflejado en la comida es un mecanismo de defensa al que las infancias recurren para poder subsistir, debido a que el efecto del trauma es tan fuerte sobre su ser que tiene que generar mecanismos de adaptación. Fue Ronald C. Summit quien por primera vez describió el Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil para explicar situaciones traumáticas en torno al abuso sexual, el cual le permite sobrevivir a quien sufre de abuso constante. Lo relevante a entender aquí es que es frecuente que el agresor presione para que se guarde el secreto del abuso a través de amenazas, sentimientos de culpa y vergüenza, lo que aterroriza a la víctima a través de frases como “nadie te va a creer”, “esto es entre tú y yo” o “si mantienes el secreto protegerás a tu familia”.
Lo anterior, lastima la confianza de nuestras infancias y también genera sentimientos de impotencia, traición y desprotección que pueden perdurar a lo largo de la vida. Desde aquí las y los menores comienzan a sentir desconfianza y a creerse responsables del abuso. Hay muchos casos de abuso que nunca han sido descubiertos porque las personas no lo notan o no quieren notarlo, pero cuando llega el detonante y las víctimas deciden alzar la voz, la gente comienza a invalidarlo a través de comentarios como “¿por qué no hablaste antes?”, “es mentira porque esta persona es buena”, etcétera. Esto refuerza la amenaza del agresor de que nadie va a creerles. Las personas que no reciben el apoyo que necesitan potencializan su sentimiento de culpa y vergüenza. Entendamos que el abuso sexual es uno de los eventos más traumáticos e invasivos para nuestro cuerpo y mente, sin importar la edad, y que toda esa vergüenza y culpa que las víctimas suelen cargar se traduce en castigos y odio hacia el cuerpo que experimentó y supuestamente “permitió” el abuso.
Independientemente del trastorno que se presente, la búsqueda de control es la constante, por lo que comienzan a intentar controlar todo lo que entra a su cuerpo contando calorías, alimentos y kilos.
Empezar a hablar sobre trastornos mentales y consecuencias que trae consigo el abuso sexual infantil nos ayudará a prevenirlo y detectarlo a tiempo para poder atacar el problema de raíz y dejar de estigmatizar a las personas que sufren de este trastorno mental, independientemente del origen del trauma. Les invito a seguir informándose para poder crear redes de apoyo que puedan respaldar y ser soporte de todas las víctimas y sobrevivientes.