El mito de la soledad masculina

El discurso alrededor de la “soledad masculina” ha sido utilizado por entes e individuos pertenecientes a la “manosfera”, un conjunto de espacios digitales donde los hombres refuerzan y promueven la violencia y la misoginia.

Una ola de aislamiento y un inmenso desamparo define la vida de muchos hombres jóvenes en la actualidad, donde la sociedad les impide desarrollarse adecuadamente con otras personas y les imposibilita entablar relaciones con las mujeres. O al menos eso es lo que el fenómeno “epidemia de soledad masculina” quiere hacernos creer.

El término surge de una combinación de factores, como la priorización del trabajo, el impacto de la tecnología y las redes sociales en el deterioro de la salud mental, y la promoción de un individualismo en la cultura colectiva. Sin embargo, al categorizarse como soledad distintivamente masculina se remueve de responsabilidad a los hombres, el alcance de sus acciones y su agencia en la participación de ciclos de violencia patriarcal. Si es que existe la percepción masculina alrededor de la soledad, esto es en esencia un efecto colateral del sistema. 

El patriarcado es un sistema androcéntrico, pero debido a su influencia en el género, este tiene un efecto diferenciado no sólo en las mujeres, sino en todas las personas que viven bajo este régimen binario. Raewyn Connell, en su libro Masculinidades, plantea un modelo de la estructura de género que impone el patriarcado, donde las dimensiones de poder, producción y vínculos emocionales son clave para entender el funcionamiento y los mandatos sociales impuestos a todas las personas. El “deber ser” de los hombres engloba conductas y acciones que demuestren dominación, rigidez emocional y fortaleza física.

Bien lo dice Bell Hooks en La voluntad de cambio: Hombres, Masculinidad y Amor, el patriarcado le otorga a los hombres un derecho de dominar, decidir y gobernar sobre lo considerado “débil”, así como mantener esta dominancia a través de diferentes formas de violencia. Por lo que el performance de la masculinidad hegemónica (Judith Butler, 1999), construído por la sociedad contemporánea, provoca este mismo aislamiento social, donde se les impone a los hombres ser dominantes y fuertes, y en las expresiones más profundas y viscerales, a ser violentos. 

El discurso alrededor de la “soledad masculina” ha sido utilizado por entes e individuos pertenecientes a la “manosfera”, un conjunto de espacios digitales donde los hombres refuerzan y promueven la violencia y la misoginia. Dichos espacios, como los chatrooms y grupos de Incels, radicalizan a las juventudes masculinas al esparcir e impulsar un antagonismo de las mujeres y el feminismo. Al culpabilizarlas de su soledad e incapacidad de formar vínculos libres de violencia, se engrosa la idea de que los hombres tienen derecho sobre los cuerpos de las mujeres.

Rita Segato, en su texto La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez: Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado plantea que el cuerpo de las mujeres funciona como un territorio de constante disputa, donde los hombres ejercen violencia expresiva sobre estas para inscribir estas reglas de poder. Es por esto, que al percibirse incapaces de acceder a los cuerpos de las mujeres, se crea un espacio que conecta una profunda frustración sexual y un resentimiento e incapacidad de expresión emocional, donde no se cuestionan las raíces de la soledad, sino se justifica y se continúa ejerciendo violencia misógina.

Lo cierto es que la soledad es un problema de salud pública, tal como se expone en el informe de la Comisión de la OMS sobre Salud Social, donde se plantea que “casi una de cada seis personas a escala mundial afirma sentirse sola, y entre los adolescentes y los adultos jóvenes, así como entre las personas que viven en países de renta baja, la tasa es aún mayor”. Esto demuestra que la soledad humana es un fenómeno multidimensional, donde factores como la edad, el ingreso económico y el territorio determinan qué tan vulnerable es una persona a sufrir de soledad. Al definir este problema como efecto causal de los avances del feminismo, se sigue perpetuando el sistema de dominación que cosifica los cuerpos de las mujeres. Así como responsabiliza a estas de la renuencia de los hombres a trabajar en construir nuevos ideales de la masculinidad, reevaluar la socialización que les impone el patriarcado y a cuestionar la soledad como un fenómeno que surge del mismo sistema que les impide desarrollar relaciones sanas con otras personas.

Referencias

Bledsoe & Smith. (Agosto 20, 2025). Male loneliness and isolation: What the data shows. American Institute of Boys & Men. 

Blua. (2025). La soledad en el hombre: Causas y soluciones. Salud Digital de Bupa. https://www.bupasalud.com.mx/salud/hombre-soledad 

Butler. J. (1999). El género en disputa: El feminismo y La subversión de la identidad. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. pp. 45-85. 

Hooks. B. (2005). Masculinidades. Polity Press. pp. 101-117. 

OMS. (Julio 14, 2025). Soledad y aislamiento: la amenaza oculta para la salud mundial que ya no podemos desoír. 

Sherwood. N. (Junio 19, 2025). Is there really a male loneliness epidemic? New University: University of California. 

https://newuniversity.org/2025/06/19/is-there-really-a-male-loneliness-epidemic/#:~:text=The %20term%20%E2%80%9Cmale%20loneliness%20epidemic,when%20finding%20friends%2 0and%20partners. 

Segato. R. (2016). La guerra contra las mujeres. Traficantes de sueños. pp. 57-90. 

Wilson. V. (Octubre 3, 2025). The Male Loneliness Epidemic Isn’t a Woman’s Problem. Shoutout UK. 

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