Hay maneras de manifestarse

¿Qué sería de las manifestaciones, si es que absolutamente nadie las reconociera ni las distinguiera?

A lo largo de mi vida, he leído y escuchado un sinnúmero de veces la frase: “Es que hay maneras de manifestarse”, cuando se viraliza una fotografía impactante de una protesta. Lo que la mayoría de las veces quiere decir esa oración es que “esa no es la forma adecuada”. Si pensamos exclusivamente en su sentido literal —que hay maneras— estaríamos todos de acuerdo. Sí, hay maneras y hay muchas. Hay quienes instalan campamentos en Paseo de la Reforma durante meses, otros queman figuras enormes de algún presidente en el Zócalo o hay quienes han hecho de sus protestas un trademark latinoamericano, utilizando utensilios de cocina y cacerolas metálicas para hacer ruido mientras recorren las calles.

Lo que buscan este tipo de expresiones sociales es precisamente no pasar desapercibidas. ¿Qué sería de las manifestaciones, si es que absolutamente nadie las reconociera ni las distinguiera? Es posible que la sociedad como la conocemos hoy, con todas sus libertades y sus restricciones, fuera muy distinta si a lo largo de la historia no hubiera habido grupos de personas que en su momento se movilizaron para expresar sus reclamos.

Recientemente hemos sido testigos de protestas en diferentes ciudades de los Estados Unidos que reclaman regular el uso desmedido de la autoridad, ya que representa una amenaza para su estado de derecho. Me parece particularmente curioso que los estadounidenses hayan llamado a sus protestas “No Kings” para resaltar que nunca, en toda su historia, ha habido algún rey que gobierne en su país. Triste e irónicamente, del otro lado del muro, la cosa es al revés; históricamente, nosotros los mexicanos hemos aceptado una evidente sumisión ante figuras autoritarias: tlatoanis, virreyes, emperadores y dictadores.

También he escuchado: “Si a los mexicanos no les gustan las formas de hacer las cosas en los Estados Unidos, pues que se regresen a México”. Bueno, eso resulta bastante complicado para la gran cantidad de personas que tienen raíces mexicanas y que son residentes permanentes o ciudadanos de los Estados Unidos. También, al sugerir esto, ¿no se están omitiendo implícitamente los motivos económicos que obligaron a estas personas a irse en un primer lugar? Y ya, por último, desde una perspectiva económica, el regreso de estas personas significa desencadenar un estrangulamiento financiero en México. A lo mejor uno piensa que las remesas no le afectan en nada porque no recibe una transferencia de alguien en el gabacho, pero hay quienes sí las reciben y gastan ese dinero aquí, generando el ingreso de alguien más, que luego va y lo gasta con alguien más y así sucesivamente… al mismo tiempo que se abona a la cubeta de impuestos, que servirán, en teoría, para pagar servicios de todos los mexicanos.

Incluso es preocupante la dependencia que tenemos de las remesas. En 2024, Banxico estimó que llegaron 5,500 MDD de remesas a Michoacán, puntero en la lista de estados receptores. ¿Cuánto es eso? Pues más que todo su presupuesto de ese año, 4,900 MDD. Tendría sentido que los gobiernos locales fueran los primeros en proteger ese ingreso adicional, indispensable para los michoacanos. Me he puesto a pensar que, si Estados Unidos transmite comerciales en hogares mexicanos para disuadirnos de cruzar la frontera sin documentos, no podría también México, distribuir un comercial, ¿pero para convencer a nuestros paisanos, esos que ya están allá, de enviar aún más remesas?